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Las puertas





LAS PUERTAS


 

Para Silvia Rivero un ser muy especial que Dios ha puesto en este universo para que la poesía siempre tenga un pretexto para nacer




La última puerta que abrí para llegar a tus brazos

era transparente, se perdía entre mis sueños

con ese sabor increíble que nos recuerda

la llegada de la primavera, la llegada del sol

hasta nuestro sudor, nuestras caricias, nuestra vida

esa puerta, triste y sombría que me devolvió la respiración

que hizo que mis pasos me llevaran hasta tu orgullo

hasta esa simple mancha en la pared izquierda

de ese muro donde los ladrillos filtran su miedo

donde no hay más que un solo signo que me recuerde

esa insípida adolescencia que jamás debiste tener

donde no llegó la mariposa que tanto necesitabas

para terminar el cuadro eterno, esa mariposa

sin colores que necesitabas para cambiar de rostro

para determinar que palabras ibas a emplear

para enfrentarte a la vida, para no temer a esos desmayos

que tantas veces descubres después de la caída

y los golpes y no tienes palabras, no sabes cuál es el valor

de tus abrazos, o desconoces la ecuación que simplifica

aquellos gemidos lanzados desde la oscuridad del amor

y que jamás nacieron desde la inocencia, desde el espacio

justo donde se estremece el alma sin que podamos evitarlo


La última vez que cerré la puerta fue para escapar

de la soledad justo en el instante donde el silencio

sacudió aquellas telarañas que se perdían en la inocencia

y no pude llegar a tiempo para escapar de tus pasos

y me sigues desde el destino para impedir mi felicidad

para encender las hogueras que marcan el camino

equivocado hasta mi corazón


La próxima vez que abra la puerta

descubriré el rostro de la mujer que quiero amar

la misma a la cual quiero dibujar en la eternidad

de mis deseos, de mis instintos

la cual quiero regalarle toda mi soledad

mi alma, mi corazón

y que estoy seguro logrará encontrar mi corazón

aunque no existan las hogueras que indiquen el camino

ella sabrá esquivar los abrazos desnudos

de aquellos árboles que nunca debieron ser sembrados

y asi podrá apoderarse de mi sonrisa, protegerla

describirme con los ojos cerrados sin necesidad de pensarme

y entonces podremos cerrar esa puerta incrustada

en el destino que jamás debió de abrirse.


La próxima vez que abra esa puerta

estarás esperándome con un abrazo.

 

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