CUANDO EL DESTINO SE LLAMA AMOR
Estoy parado en el borde del tiempo y busco tu rostro en la lejanía, logro verlo asomado en el balcón de tu casa en la ciudad de la soledad, estás allí, escondida detrás de tu sombra, encerrada en la tristeza de muchos años sin recibir un beso, de sentir como un abrazo moldea tu carácter, de escuchar aquellos acordes de guitarra en vez del silbido profundo del viento.
Eres lo que pocos buscan, un espacio cerrado a las cicatrices, una coraza de hielo fundido, de amarguras que se entretejen por las paredes hasta crear un nudo invicible que aleja, como maleficio encantado, las querellas de aquellos árboles que quieren acercarse a tu cuerpo y anidar desde el calor de tus besos sus historias, sus conversaciones íntimas y no los dejas, cierras el portón de tus instintos, prefieres quedarte en la oscura y timida expresión de un destino, no quieres tomar tus manos y cavar un hoyo donde enterrar a todos aquellos fantasmas que suspiran sus recuerdos en torno tuyo.
Alla estás atada a tu silla como la prisionera que nunca has querido ser, como esa palabra que jamás fue verbo y siempre significó un pecado, un escándalo y sin embargo, no habia nadie que no quiesiera ser dueño de un fragmento de esa palabra aunque siempre lo hacían en secreto, era el devenir de los milagros, la risa misma de un atardecer que se desgajaba como rayo poderoso en el horizonte. No, quieres estar allí, de lejos veo tus labios murmurar el sermón de las cinco, el mismo sermón que muchos años atrás fue jurado sobre la sangre de dos amantes que se inmolaron antes de sufrir el pecado de no estar abrazados, de no tener aquellas caricias corriendo por su cuerpo como gotas de agua que purifican la sencillez.
llego a la ciudad y me detengo frente a tu balcón e intentas esconder tu sonrisa de salvación y no te da tiempo, entonces buscas proteger tu rostro detrás de una ruborización y no haces más que mentir a tu espejo sobre lo que murmura tu corazón. No me abres la puerta así que llego hasta tu balcón y te abrazo, intentas escapar colocando una capa de tabúes sobre tus hombros y te beso y entonces ya no quieres escapar, ya no quieres dejar de sonreir, ya eres dueña del pecado y quieres subir hasta mi alma y besarla y te dejo, te llevo conmigo, vamos por esas calles enciendo las luces sin que nadie lo impida y desaparece tu temor, ya no hay nada que ate sus palabras al olvido, ya estas en medio de la felicidad besándome el corazón con tus manos....
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